Iquique como territorio conquistado vivió por mucho tiempo la desatención de la Iglesia Católica. En 1890, el Arzobispo Cassanova informaba a Roma:
“Iquique camina a ser uno de los más ricos centros comerciales del Pacífico
por su producción del salitre. Es una ciudad hermosa y rica pero muy poco
religiosa y en la que la moralidad deja mucho que desear. Hace poco tiempo
que no existía iglesia alguna, hasta que levantó la actual el celoso Vicario
Ortúzar... Contribuyó a su construcción el pueblo, pero de un modo eficaz el
gobierno. Carece de toda otra institución religiosa a pesar de tener más de
20.000 almas. No hay allí más sacerdote que el cura y un teniente o
secretario y es un puesto que requiere sacerdotes llenos del espíritu de Dios
para no disiparse, por la corrupción general y la sociedad en que se encuentras” [1]
Tal comentario, habla de una religiosidad católica poco consolidada, ya que diversos documentos e investigaciones dan cuenta que la población de la zona si practicaba y poseía una ferviente religiosidad andina, ligada a los propios credos autóctonos, que poco tenían que ver con las creencias impuestas por los independentistas. He ahí que la fiesta de La Tirana, hasta entonces, obedeciese a un patrón andino y espontaneo.
[1] (C ita d o p o r Parker 1 9 8 6 : 6 ).